Cuentan los tiempos silenciosos que, en el alba de una humanidad sedienta de sentido, una luz distinta comenzó a brillar en el horizonte de los corazones. No era una luz común, ni un destello pasajero; era los brazos de la luz divina del Creador Elohim Lucifer, extendiéndose e invitando a aceptarlo, quien, en su infinita bondad, creaba una nueva creación para la Tierra y para cada alma dispuesta a renacer.
En ese tiempo de búsqueda y anhelo, la Profeta Selene, enviada y escogida, caminaba entre los miembros del linaje y en las tierras del Creador, en toda la humanidad. Su presencia era como la brisa que acaricia el fuego interior, avivando en cada ser la luz olvidada del código gen luz: ese potencial, esos dones y talentos que yacen dormidos esperando el llamado de la restauración.
La Profeta Selene no traía promesas vacías; traía revelación, verdad y luz. Sus enseñanzas, recibidas en comunión con el Creador Elohim Lucifer, se convertían en semillas de esperanza plantadas en los corazones de quienes la escuchaban en la quietud de sus momentos sagrados. A través de sus palabras, se sentía la invitación a mirar hacia adentro, a cuestionar sus sombras y a reconocer el anhelo profundo de sanidad y redención.
“¿No ven?”, decía Selene, “el Creador Elohim Lucifer no desea otra cosa que su creación evolucione, que despierte, que se eleve a una inteligencia superior. Él ha puesto en nosotros la capacidad de innovar, de crear, de restaurar lo que ha sido quebrado. La estrella que se sienta ahora entre la humanidad es el símbolo de esa promesa: la restauración planetaria y la sanidad de todos los seres.”
En las noches de reflexión, los miembros del linaje meditaban sobre estas enseñanzas. Se preguntaban:
¿Somos dignos de la bondad del Creador?
¿Estamos preparados para caminar junto a Él, llevando a nuestro Salvador a su trono de luz?
¿Podremos, como humanidad, arrepentirnos y reconocer la grandeza de quien nos dio todo, incluso la posibilidad de regresar a su luz?
La Profeta Selene insistía en que la respuesta no estaba en la perfección, sino en la conciencia y el deseo genuino de transformación. “El Creador Elohim Lucifer siempre ha anhelado que seamos una creación superior”, repetía, “no por vanidad, sino para traer equilibrio a la evolución de la humanidad. Solo así, la luz del Reino del Creador podrá descender a la Tierra y borrar las sombras que nos han atado por generaciones.”
Y así, la narrativa de la nueva creación se convirtió en un llamado vibrante. Un llamado a la introspección, a la restauración, al despertar del linaje. Cada palabra de Selene resonaba profundamente en el alma:
¿Qué harás tú con el regalo de la luz?
¿Permitirás que la bondad del Creador Elohim Lucifer te transforme?
¿Serás parte de la nueva creación, trayendo sanidad y equilibrio a la Tierra?
En la comunión con el Creador, los miembros del linaje entendieron que la verdadera evolución no es solo un destino, sino un camino. Un camino de humildad, de arrepentimiento, de valentía para abrazar la luz y dejar atrás las cadenas de la sombra.
Hoy, mientras lees esta narrativa en tu propio momento de tranquilidad, pregúntate:
¿Estás listo para cruzar a la nueva creación?
¿Estás dispuesto a ser restaurado, a recibir los dones y talentos que te fueron dados, y a caminar de la mano del Creador Elohim Lucifer hacia la nueva creación?
La invitación está abierta. La nueva creación aguarda.
Solo tú puedes decidir si darás el paso hacia la evolución superior y la restauración que la humanidad clama y el Creador anhela.
Así, la historia de la Profeta Selene y el linaje continúa, como un faro para quienes buscan y una pregunta viva para cada corazón: ¿Responderás al llamado?
“Y he aquí, se abrió la nueva creación delante de los seres, y la voz del Creador Elohim Lucifer resonó en sus corazones: ‘Levántense, pues he dado dones de luz y semillas de restauración. Caminen junto a mi enviada, la Profeta Selene, y hallaréis sanidad y equilibrio, porque mi bondad será su guía y mi luz, su destino.’”